sábado, 3 de julio de 2010

!AYÚDENOS, LICENCIADO!

- ¡Ayúdenos, Licenciado! El campo es lo que más nos preocupa. Las gentes de la ciudad viven y comen de lo que se produce en el campo. ¿Nos va a ayudar?- inquiere Don Timoteo, un viejo que no deja pasar la oportunidad para expresar su preocupación.
- Nuestros hijos se van lejos. Regresan casi muertos... se arriesgan demasiado. Y vea la parcela, ya no la atiende nadie.- dice Toñita, una señora entrada en años.
- Ya les dije a mis hijos: No me importa comer sólo tortilla y sal, pero voy a seguir cuidando el cafetal- señala una mujer de unos 45 años.
- Licenciado, ¡nos estamos muriendo de hambre!- expresa Bartolo, líder local que ya “probó” todas las opciones y no le ve salida.

Trago saliva. Miro sus rostros quemados por el refulgente sol. Miro sus manos: Callosas, llenas de tierra, de Nuestra Tierra que nos da la vida. Y los veo quedarse mudos, así, callados, viéndome también a mí, esperando la respuesta. Mi Respuesta.

-¿Qué les dice el Gobierno?- pregunto tratando de encontrar uno respuesta nueva, distinta a la que ya han oído.
- Han venido. Nos ofrecen apoyos. Luego nos dejan solos o mandan a sus achichincles que nos tratan mal.- dice Filemón.
- Sí, ya la gente no cree nada – comenta Marcos, un joven que dejó su tierra y está buscando irse a México o al “otro lado” porque “allí se ganan dólares”.
- Fíjese como están las parcelas, todas llenas de maleza. Cuesta mucho mantenerlas cuidadas y nos pagan ¡un peso por Kilo¡ - dice la esposa de Don Sergio, un agricultor campesino, hijo de campesinos, hijo de campesinos...
- ¡Ca... eso es lo que cuesta cosechar!- reitera Bartolo.
- Oiga, Licenciado, pero, ¿ cómo en los portales una taza de café vale 9 pesos? ¿Sabe cuántas tazas salen de un kilo? ¡Rete hartas! Y nos pagan a peso el kilo.- alza la voz un señor mayor que rebasa los 100 kilos y que presume que así es su constitución.
- Yo he llegado con mi café a ver a Don José, lo huele y dice: ¡Este café no sirve! Te voy a pagar menos- señala Filemón.

- Y ¿Qué hacen?- pregunto, pensando en lo que responderán. Una respuesta esperada...
- ¿Pos qué vamos a hacer? ¡ Se lo dejamos! Ni modos que vengamos de regreso con él. Necesitamos pa´ comer. Pero, ¿sabe qué?, luego agarran nuestro café y ¡lo echan al montón! O'n ta todo el demás café, el bueno y el malo. ¿Para qué nos hacen eso?


Realmente los veo desesperados.

- ¿Ya han trabajado el Café Orgánico?- pregunto.
- No, ¿qué es eso?
-Es café que no usa productos químicos en los fertilizantes ni en el abono. Eso le da mas valor.
-¡Ah, sí! Ya vinieron los de Chapingo, nos contaron- comenta Adán.
- Sí, mi compadre ya sembró así apenas hace un año y ya se lo pagan a dos cincuenta!

- Bueno, pues vamos a trabajar juntos en eso- les digo.
- Oye, Perdomo –me dice un hombre corpulento- lo que pasa es que somos unos hue...
-¿Por qué lo dices?, pregunto.
- Porque queremos nomás cosechar y entregar así. Yo ya estoy tostando de a poquitos y lo meto en una bolsita de plástico y luego en un costalito. ¡Lo vendo a cuarenta pesos en la autopista!
-¡Ah, pero las bolsitas cuestan!
- No seas ca... son tres pin... pesos cada una. Pero lo vendes más caro.
-Bueno, tú que sabes, ¿por qué no nos ayudas y nos coordinas? Gente como tú o como el Licenciado nos deben ayudar.
-¡Sí! Pero nada es gratis. Hay que trabajar.
- Claro, pero la diferencia es que ustedes ya saben lo que tenemos que hacer.
- Bueno, pues hagamos una sociedad rural o una “triple S” y que nos apoyen. Usted, Licenciado, llame a sus amigos del Gobierno que saben de esto y que nos ayuden también.
Me quedo callado viéndolo. Sonrío. Le digo: “Cuenten conmigo, pero ustedes van a tener que trabajar duro”.
- Ta' güeno, pero ¡díganos cómo!
-Yo llamaré a las personas que apoyan los programas del campo y ustedes tendrán que unirse para que se logre juntar un buen volumen y podamos sacar un producto con marca, su propia marca. Que diga algo de Córdoba, porque ustedes saben de la fama de nuestro café.
- ¡Sale, Perdomo! ¿Cuándo?
-Vamos a pensar que en noviembre tengamos la sociedad y en diciembre nos vengan a explicar lo del Café Orgánico, lo de la comercialización y los apoyos. De ahí, ¡a vender!
- Pero, ¡ayúdenos, Licenciado!
Y así quedamos. Con la esperanza renovada. Con el deseo vivo y una nueva oportunidad para “Los Olvidados” que están esperando: ¿Hasta Cuándo?

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